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Osteoartritis (OA): El desgaste silencioso que puede cambiar tu vida

Por: Anabelle Germosén

Cada paso que damos, cada objeto que sostenemos con nuestras manos, incluso el simple acto de escribir, es posible gracias a una compleja red de articulaciones que, aunque fundamentales, suelen pasar desapercibidas. Estas maravillas biomecánicas hacen posible nuestra movilidad diaria, desde las tareas más simples hasta las más exigentes. Sin embargo, su verdadero valor suele revelarse cuando comienzan a fallar. Una de las condiciones más frecuentes que las afecta es la osteoartritis, una enfermedad crónica y silenciosa que no solo limita el movimiento, sino que también impacta profundamente la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo.

¿Qué son las articulaciones?

Las articulaciones son estructuras anatómicas fundamentales que permiten el movimiento y la estabilidad del cuerpo humano. Se definen como los puntos de unión entre dos o más huesos, y dependiendo de su función y composición se clasifican en tres tipos principales: fibrosas, cartilaginosas y sinoviales. Estas últimas son las más comunes y móviles, presentes en áreas como las rodillas, los codos, las caderas y los hombros (Mendoza et al., 2011). Su diseño permite un equilibrio perfecto entre movilidad y soporte, lo cual es esencial para actividades cotidianas como caminar, escribir o levantar objetos.

Cada articulación sinovial está conformada por una serie de componentes que trabajan de forma coordinada. El cartílago articular, una capa delgada, lisa y flexible, recubre los extremos de los huesos y actúa como amortiguador, reduciendo la fricción durante el movimiento. Este cartílago no posee vasos sanguíneos, por lo que depende del líquido sinovial, producido por la membrana sinovial, para recibir nutrientes y eliminar desechos. La cápsula articular, los ligamentos y los músculos circundantes brindan protección y estabilidad, mientras que el hueso subcondral, ubicado justo debajo del cartílago, absorbe los impactos derivados del movimiento (Mayo Clinic, 2024).

La integridad de estas estructuras es esencial para mantener la funcionalidad articular. No obstante, a lo largo del tiempo, factores como el envejecimiento natural, las lesiones previas, el sobrepeso, la sobrecarga mecánica o la predisposición genética pueden comprometer el equilibrio de la articulación. Cuando esto ocurre, el cartílago comienza a deteriorarse, se reduce el espacio articular y aparecen síntomas dolorosos. Este proceso degenerativo, si no se detecta ni se trata adecuadamente, puede derivar en una de las enfermedades musculoesqueléticas más frecuentes: la osteoartritis.

Figura A1. Anatomía básica de una articulación sinovial.

Osteoartritis: cuando el movimiento duele

La osteoartritis es una enfermedad degenerativa que afecta principalmente al cartílago articular y a las estructuras circundantes de las articulaciones. Se caracteriza por la pérdida progresiva del cartílago, cambios en el hueso subcondral, formación de osteofitos (pequeñas protuberancias óseas) y, en muchos casos, inflamación de la membrana sinovial (Mendoza et al., 2011). Esta condición es una de las principales causas de dolor, rigidez y discapacidad en adultos mayores, afectando de manera significativa su calidad de vida.

Epidemiológicamente, la osteoartritis es la forma más común de artritis en todo el mundo. Su prevalencia aumenta con la edad, siendo especialmente frecuente en personas mayores de 60 años, aunque también puede afectar a adultos jóvenes debido a traumatismos o factores genéticos. Entre los factores de riesgo más importantes se encuentran la obesidad, el sexo femenino, la sobrecarga mecánica derivada de actividades laborales o deportivas, y antecedentes familiares. La obesidad, por ejemplo, no solo aumenta la carga sobre las articulaciones, especialmente rodillas y caderas, sino que también induce una respuesta inflamatoria sistémica que puede acelerar la degeneración articular.

Desde el punto de vista clínico, la osteoartritis se manifiesta principalmente por dolor articular que empeora con la actividad física y mejora con el reposo. También es común la rigidez matinal de corta duración y la disminución de la movilidad. A medida que la enfermedad progresa, estos síntomas pueden limitar la funcionalidad y aumentar el riesgo de discapacidad, afectando la autonomía del paciente (Mayo Clinic, 2024).

Fisiopatología de la osteoartritis

La osteoartritis se origina por un desequilibrio en los procesos de reparación y degradación del cartílago articular. Los condrocitos, células encargadas de preservar la matriz extracelular, disminuyen su funcionalidad con el tiempo, reduciendo la producción de elementos clave como el colágeno y los proteoglicanos. Como consecuencia, la estructura protectora que recubre los huesos se adelgaza y pierde resistencia. (Mendoza et al., 2011).

A medida que el cartílago se deteriora, el hueso subcondral que se encuentra debajo se adapta respondiendo con un aumento en la densidad y rigidez, proceso conocido como esclerosis subcondral. Además, se forman osteofitos o crecimientos óseos en los bordes de la articulación, que pueden causar dolor y limitar el movimiento. La membrana sinovial también puede inflamarse, produciendo líquido sinovial en exceso y generando una inflamación local que contribuye a la progresión de la enfermedad y al síntoma doloroso (Sciencedirect, 2015).

Figura A2: Deterioro del Cartílago

Por lo tanto, esta enfermedad no es únicamente un desgaste mecánico por el uso o la edad, sino un proceso multifactorial donde intervienen factores inflamatorios, metabólicos y biomecánicos. Esta complejidad explica por qué los síntomas varían entre personas y por qué el manejo debe ser integral, dirigido no solo a aliviar el dolor sino también a detener el avance de la enfermedad.

Diagnóstico de la enfermedad

El diagnóstico de la osteoartritis se basa principalmente en la evaluación clínica y en estudios de imagen. Clínicamente, el médico valorará los síntomas del paciente, como dolor articular, rigidez y limitación funcional, además de realizar un examen físico detallado para identificar signos característicos como crepitaciones o deformidades. Estos hallazgos suelen ser suficientes para sospechar la enfermedad, especialmente en personas mayores o con factores de riesgo (Mayo Clinic, 2024).

 Para confirmar el diagnóstico y evaluar el grado de afectación articular, se emplean estudios por imágenes, siendo las radiografías las más comunes para visualizar el estrechamiento del espacio articular, osteofitos y alteraciones en el hueso subcondral. No obstante, dado que en etapas iniciales las radiografías pueden resultar normales, se recurre a técnicas más sensibles como la resonancia magnética, que detecta cambios tempranos en el cartílago y tejidos blandos. También es importante descartar otras causas de dolor articular que pueden presentar síntomas similares. El diagnóstico temprano es fundamental para iniciar un tratamiento oportuno y evitar el deterioro irreversible de la articulación. Por eso, se recomienda a las personas con síntomas persistentes consultar a un especialista para un diagnóstico preciso y personalizado.

Figura A3: Radiografía de Osteoartritis en la rodilla

Tratamiento y manejo para mejorar la calidad de vida

El abordaje terapéutico de esta enfermedad es integral y está orientado principalmente a disminuir el malestar, restaurar la función de la articulación y frenar el avance del daño. En primera instancia, es fundamental modificar hábitos y factores que aumentan el riesgo, como el exceso de peso y la realización de actividades físicas que sobrecargan las articulaciones. La rehabilitación física juega un papel esencial, ya que contribuye a mejorar la movilidad, aliviar la rigidez y preservar la autonomía del paciente.

En relación con el tratamiento farmacológico, se emplean analgésicos y antiinflamatorios no esteroideos para controlar el dolor y la inflamación. En situaciones más avanzadas o cuando el malestar persiste, pueden aplicarse infiltraciones intraarticulares con corticoides o ácido hialurónico, aunque la eficacia a largo plazo varía según los casos. La intervención quirúrgica, como la artroplastia, está reservada para pacientes con daño significativo que no responden a tratamientos conservadores y cuya calidad de vida se ve gravemente afectada. De igual forma, el apoyo psicológico y la educación sobre la enfermedad son componentes clave para mejorar la adherencia a las indicaciones médicas y fomentar hábitos de vida saludables. El manejo debe adaptarse a las particularidades de cada persona, garantizando un tratamiento personalizado y efectivo.

Estrategias para preservar la salud articular

Prevenir el deterioro articular es fundamental para mantener la movilidad y calidad de vida a largo plazo. Adoptar un estilo de vida saludable que incluya una alimentación equilibrada y actividad física regular contribuye a conservar el peso corporal adecuado, lo cual reduce la carga sobre las articulaciones, especialmente en rodillas y caderas. Además, realizar ejercicios de bajo impacto, como caminar, nadar o andar en bicicleta, ayuda a fortalecer la musculatura y mantener la flexibilidad articular. Evitar hábitos que puedan dañar las articulaciones es igual de importante.

Es recomendable protegerlas durante actividades que impliquen esfuerzo repetitivo o sobrecarga, utilizando técnicas adecuadas y equipos de soporte si es necesario. También es crucial controlar enfermedades que puedan afectar las articulaciones, como la obesidad o la diabetes, para disminuir el riesgo de deterioro prematuro (Redalyc, 2011). Por último, la detección temprana de síntomas y la consulta médica oportuna permiten implementar medidas preventivas que retrasan el avance de la enfermedad. El autocuidado y la educación sobre la salud articular son herramientas esenciales para conservar una vida activa y libre de dolor.

Finalmente, la osteoartritis es una enfermedad compleja que afecta la estructura y función de las articulaciones, impactando significativamente la calidad de vida de quienes la padecen. Comprender su fisiopatología, manifestaciones clínicas y opciones terapéuticas es esencial para un diagnóstico temprano y un manejo adecuado. A través de estrategias integrales que incluyen cambios en el estilo de vida, tratamientos médicos y cuidados específicos, es posible aliviar los síntomas, frenar la progresión y preservar la autonomía de los pacientes.

La prevención y el cuidado continuo de las articulaciones juegan un papel fundamental para evitar el deterioro prematuro y mantener una vida activa y funcional. Por ello, la educación, el autocuidado y la consulta oportuna con profesionales de la salud son herramientas indispensables. Promover hábitos saludables y adoptar un enfoque personalizado garantiza un manejo efectivo y una mejor calidad de vida para quienes enfrentan esta enfermedad crónica.

Este artículo tiene fines informativos únicamente y no debe considerarse como un consejo médico. Consulte con su médico u otro proveedor de atención médica calificado.

 Sobre la autora
 Anabelle Germosén es redactora especializada en temas de salud y medicina.

 Referencias Bibliográficas

Mayo Clinic. (2024). Osteoartritis: Síntomas y causas. https://www.mayoclinic.org/es/diseases-conditions/osteoarthritis/symptoms-causes/syc-20351925

Mendoza, J., Pérez, L., & Gómez, R. (2011). Osteoartritis. Fisiopatología y tratamiento. Revista de Reumatología Clínica, 7(3), 150-156. https://www.redalyc.org/pdf/1812/181222256006.pdf

Ramírez, F., & Sánchez, M. (2015). El plasma rico en plaquetas en osteoartrosis de rodilla: una alternativa de tratamiento. Revista de Medicina Experimental y Patología, 9(2), 120-127. https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0009741115001000